Como
planeta dinámico que es, la Tierra está expuesta a la acción -generalmente
paulatina e imperceptible- de factores que modifican sus características
físicas. La erosión de los suelos es resultado de esos procesos y sólo el paso
del tiempo revela los estragos que causa. Las aguas, los vientos, las
precipitaciones, las heladas, la misma gravitación terreste son agentes
naturales que producen erosión. El hombre, sin embargo, contribuye al daño,
quizás con peores resultados por causa de sus irreflexivas acciones. Según un
informe reciente, 9 millones de Ha de la tierras del mundo se encuentran tan
dañadas que han perdido csi toda su función biológica y probablemente jamás
recuperen su productividad. Aunque el problema no es exclusivo de ningún país o
grupo de países, cerca del 65% de las tierras seriamente erosionadas están en
África y Asia. Se afectan los suelos, por ejemplo, cuando el exceso de
población obliga a ocupar el área que antes ocupaba la capa vegetal, cuando las
olas del mar erosionan las costas al no tener barreras naturales (como los
manglares, arrecifes coralinos, etc.), cuando las tierras que se someten a un
extenuante ritmo de cultivos pierden su firmeza y terminan sufriendo desgaste.
Las tierras húmedas (pantanos, manglares) se encuentran entre los ecosistemas
que más vida generan. De ahí su enorme importancia ecológica y el peligro que
supone su desaparición. Contribuyen a esto último la evaporación del agua y el
relleno de dichas tierras para emplearlas en proyectos de desarrollo urbano o
industrial, o con fines agrícolas. El agua de esas zonas y la de los lagos y
lagunas puede llegar a agotarse cuando es extraída en forma sistemática para el
consumo animal o humano, para la agricultura o la construcción. Un ejemplo es
el Mar de Aral, que a pesar de ser el cuarto lago del mundo en tamaño, perdió
el 40% de su área entre 1960 y 1987, debido a uso continuo de sus aguas para
riego.
La primera evaluación global efectuada revela que más de 1,200 millones de Ha
de tierras (equivale a la superficie combinada de China y la India) han sufrido
una seria degradación en los últimos cuarenta y cinco años, según datos del
World Resources Institute. En el estudio se afirma que, durante la última
década, la producción per cápita de alimentos ha declinado en unos ochenta
países en váis de desarrollo. La degradación de los suelso han contribuido a
esta situación y puede todavía seguir agravándose, con el consiguiente
perjuicio para una creciente población mundial que, según estimados, se
duplicará para mediados del próximo siglo. Desafortunadamente, aunque el
aumento en el uso de fertilizantes químicos puede mitigar la productividad
perdida, no detiene ni mejora la degradación; por el contrario, el exceso suele
causar más daños ecológicos.
A menudo, una parte de estos fertilizantes alcanza el subsuelo, las aguas
subterráneas y, por último, los ríos, lagos y costas. Lo mismo sucede con las
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